El FC Cartagena ha comenzado noviembre zarandeado en el Cartagonova por el Villareal ‘B’, con el enésimo capítulo de su guerra de poder entre Alejandro Arribas y Duino Inversiones y, para no perder la costumbre, envuelto en otro caso rocambolesco como el que afecta a Víctor Alonso. La marcha del hombre de confianza del empresario madrileño es la punta de un iceberg que amontona problemas inauditos que sólo le pueden pasar a un club albinegro tan extraño como el actual. Las situaciones que han precedido a la salida de Alonso han sido las siguientes.
La «transición ordenada» ha tenido mala pinta desde el principio. El bloqueo está siendo total y el cabreo, progresivo. La directiva entrante no ha podido influir en la gestión del club mientras la saliente ocupaba su sitio. Por ello, el exfutbolista se ha plantado y Víctor Alonso ha dimitido.
El experimentado gestor se unió al proyecto de Alejandro Arribas para poner orden en el apartado económico. Se presentó en sociedad en la primera rueda de prensa que ofreció el madrileño como comprador de la entidad, el 17 de julio. Sin embargo, no ha podido trabajar durante los cuatro meses que ha pasado en la entidad de Benipila. Precisamente, ante la imposibilidad para ejercer sus funciones como director general desde el incio, Alonso renunció el pasado lunes a su cargo en el FC Cartagena.
Esta marcha resta fuerza al proyecto de Alejandro Arribas, aunque la medida adoptado por el madrileño podría ser temporal. Alonso podría regresar en el momento en que se produzca un acuerdo entre Duino Inversiones y Arribas. Mientras tanto, el club sigue descabezado. El consejo de administración albinegro continúa siendo el mismo, lejos de la dimisión de Paco y Mariano Belmonte o Manolo Breis que podría desbloquear la operación por la ausencia de directiva. Todas las partes presionan y tensan la cuerda, pero cada una para un lado. Aquí nadie cede.




















































