El Real Betis llegará este jueves al Enrique Roca con el cartel de favorito bien visible, pero también con señales que invitan al Real Murcia a creer. Los verdiblancos aterrizan en la Copa tras dos partidos recientes que explican bien su momento actual: una victoria solvente en Zagreb en competición europea y un empate ante el Rayo Vallecano en Liga que dejó más dudas que celebraciones.
En Croacia, el Betis mostró su versión más reconocible. Fue un equipo serio, ordenado, que supo manejar el partido con oficio y aprovechar sus momentos. No necesitó brillar para ganar, pero dejó claro que sabe competir en escenarios exigentes. Ese triunfo reforzó la confianza del grupo y confirmó que, cuando el contexto lo permite, sigue siendo un equipo con jerarquía.
Muy distinto fue el guión ante el Rayo. En ese empate, el conjunto verdiblanco volvió a evidenciar algunas de las constantes que le acompañan en las últimas semanas: control sin demasiada profundidad, falta de pegada en momentos clave y una caída física clara en el tramo final. No sufrió en exceso, pero tampoco fue capaz de imponer su calidad cuando el partido lo pedía.
Ese contraste entre Zagreb y Vallecas define al Betis que llega a Murcia, un equipo fiable, pero no arrollador; sólido, pero no siempre dominante. A ello se suma un calendario cargado que obliga a Manuel Pellegrini a rotar y a gestionar esfuerzos, algo que suele notarse especialmente lejos del Villamarín.
Para el Real Murcia, ahí aparecen las claves. El cuadro andaluz no atraviesa su pico de forma y llega con desgaste acumulado. Si el partido se mantiene igualado, si el ritmo es alto y el gol verdiblanco no llega pronto, la presión puede empezar a pesar más en el visitante que en el local.
Además, las rotaciones pueden restar automatismos, sobre todo en defensa y en el centro del campo, donde pierden presencia física respecto a su once habitual. Es en esos espacios —segundas jugadas, transiciones, balón parado— donde el Murcia puede encontrar oxígeno.
El mensaje para la afición grana es claro. El Betis no viene débil, pero tampoco imparable. Llega con oficio, experiencia y calidad, sí, pero también con cansancio y con la obligación de ganar. Y en la Copa del Rey, cuando el favorito carga con todo el peso, cualquier detalle puede inclinar la balanza.




















































